sábado, marzo 06, 2004

Las vegas I

Despeinados tras un vuelo con escala en Salt Lake City, ciudad con un extraño downtown dominado por un castillo feudal inmenso que resultó ser la gran catedral mormona, aterrizamos en el gran Valle de las Mentiras. La primera en la frente, que diría mi padre: máquinas tragaperras por doquier en todas las salas del aeropuerto, junto a los servicios, en las salas de espera, en las terminales, en las esquinas más recónditas de los pasillos, desperdigadas y/o agrupadas, dejando marcas en la moqueta del peso del dinero que alojan en sus barrigas, descubriendo así el sonido que nos iba a acompañar durante toda nuestra estancia: el de las máquinas escupiendo monedas en la hojalata, la melodía del dinero fácil.

"Las dimensiones de lo que hemos jodido en este país están más allá de cualquier explicación coherente".
HUNTER S. THOMPSON

Y así es como comienza nuestra historia. La segunda escena tiene lugar en el taxi, nuestro taxi driver tiene ganas de hablar, orgulloso nos señala con la visera de su gorra los Casinos, enumerando la capacidad hotelera de cada edificio: "El MGM 6.000 habitaciones, el New York 4.500, en este solar están construyendo otro que desbancará a todos los del país" Y ahí van otras perlas del mismo autor : "24 horas abierto, siempre, en las Vegas las puertas no tienen cerraduras" "Preciosa, eh? ¡Estáis en la Strip, babies!" "La fuente del Bellagio, gratis, cada quince minutos, muy buen show; los laser del downtown, gratis, buen show; el desembarco pirata en el Treasure Island, gratis, muy buen show; circo en la carpa del Circus Circus cada hora, gratis, buen show." La siguiente escena de presentación de tal personaje se podría centrar en la contundencia con la que agarró el billete de veinte dólares mientras arrancaba con fuerza y nos dejaba varados en frente del motel. Welcome to Las Vegas.