Enseño a los pobres cachorrillos de humano contar hasta treinta y uno,
se desperezan, se tapan los oídos para escuchar la voz en sus entrañas.
Lamento escuchar que me prestáis atención,
no estuve aquí ayer ni lo estaré mañana.
Les disparo caldo de talco con la punta de un dedo,
¿Quién sabe quién fue, la causa y el cuándo?
Cerramos las persianas. Enciendo el proyector.
Se enfoca un esquema en sauce llorón.
domingo, septiembre 25, 2005
Hasta 31
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